

Caspar David Friedrich me fecit (1824)


Este genial exponente del barroco francés, Georges de la Tour, trató el tema no menos de tres veces. A la del espejo se la conoce también como Magdalena de Fabius, la de la flama humeante es la Magdalena de Terff, en tanto que a la de las dos flamas se la llama también la Magdalena de Wrightsman.
No es casual. A un artista que se dejó, toda su vida, embrujar por el encanto monocromático del tenebrismo, no le podían pasar desapercibidas las cualidades de dramatismo interno que encierra la meditabunda joven.
Muchos artistas se enfocan en el hecho de que María Magdalena es una penitente entregada al sufrimiento y la aflicción, pero otros tantos, en cambio, ponen énfasis en su extremada melancolía, pues la batalla que sostiene es interna, interno el drama.
Existen hoy en día disputas entre los historiadores, en torno a la identidad de esta mujer (al parecer la prostituta arrepentida, la hermana de Martha y Lázaro, y la joven que seca con sus cabellos los pies de Jesús, son tres personas distintas, fusionadas en un solo personaje en tiempos del papa Gregorio el Grande).
Como sea, lo importante es tomar aquello que arroje luz al espíritu, aunque se trate de una luz mortecina, melancólica y sutil.
Un buen amigo emprendió un buen viaje, que comprendía, entre otros sitios, Roma y Jerusalén. Puso, ante mis maravillados ojos, panorámicas de Tierra Santa y demás memorabilia de la más índole más diversa, hasta llegar a la cruz que se puede ver aquí. ¿Es también de Tierra Santa? Me dijo que sí, mas cuando comenzé, lenta y trabajosamente, a leer la inscripción en ella contenida, mi asombro no conoció límites, ni mi alegría moderación:
Hic iácet sepultus ínclitus Rex Arturius in ínsula Avalonia.
Era la tumba de Arturo, en la isla de Avalon (the island of the apples). "Ah, sí. Es que también pasé por Londres, y esto proviene de la abadía de Glastonbury."
Naturalmente que resulta imposible de autentificar. Fue hallada, en efecto, en Glastonbury, hace cien veces cien años (en 1191), pero bien podría ser espuria, como aquella famosa Mesa Redonda conservada en el castillo de Winchester, que ostenta, orgullosa, los nombres de veinticuatro caballeros, amén del del rey. Dicha mesa, por sugerente que resulte, data del siglo XIV, lo que vuelve imposible reconocerla como valedera, dado que para aquel entonces ya estaba sepultada la descendiencia de la descendencia de toda esa prosapia de ilustres personajes.
Valga como un ejemplo más, un bellísimo dibujo a lápiz de la que también podría ser la tumba de Arturo, cuya inscipción reza: Hic iácet Arturus, quondam rex rexque futurus, diseñado por David Jones (1895-1974).
Asimismo, el lago Bosherton, la laguna Dozmary y la laguna Loe se disputan el honor de ser el sitio desde donde la hermosa Dama del Lago entregó a Arturo la espada de Excálibur.
Como sea, la fascinante leyenda, con todo lo que tiene de histórico como de fabuloso, con todo lo que entraña de piadoso como de erótico, seguirá alimentando la imaginación de adolescentes, historiadores y soñadores hasta que el mundo deje de existir.
Finis gloriæ mundi (Fin de la gloria del mundo)
Valdés Leal me fecit (1670-1672)