miércoles, 20 de mayo de 2009

Caspar David Friedrich

"Caminata en el crepúsculo" Caspar David Friedrich me fecit (1835)

"El mar de hielo" ossia "El naufragio de la esperanza"
Caspar David Friedrich me fecit (1824)

"Monje junto al mar" Caspar David Friedrich me fecit (1808)


"Monje junto al mar" Caspar David Friedrich me fecit (1809)

"Abadía en un bosque de robles"
Caspar David Friedrich me fecit (1810)


"El caminante sobre el mar de la neblina"
Caspar David Friedrich me fecit (1818)


"La entrada del cementerio"
Caspar David Friedrich me fecit (1826)

"El atrio" Caspar David Friedrich me fecit (1828)

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Finalmente acometo un tributo largamente acariciado y postergado: el merecido tributo de gratitud y admiración que ha de recibir la imaginación exaltada a la vez que serena de Caspar David Friedrich, espejo de su tiempo, representante en pintura de lo que serían en la música Beethoven, y en la literatura Schiller y Göthe (o Goethe, que es lo mismo).
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Todos ellos tienen en común (amén de la sangre germánica) el haber reaccionado contra la rigidez del clacisismo dieciochesco, un Siglo de las Luces que, si bien necesario, resultaba, pasados más de cincuenta años, obsoleto y frío.

El mundo precisaba nuevamente dejarse abrasar por el fuego de las pasiones, aquietadas durante el tiempo en que se hizo honor a la razón y al equilibrio. El curso de las bellas artes clamaba a gritos un grito sincero, una exclamación de desesperación honesta, no una pieza más de tratro que emulara a las tragedias griegas en lo tocante a su forma, pero no a su hondo ser y espíritu.
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Exasperada, esta pléyade de jóvenes inquietos y mentes creativas, fue modelando y dando forma, consciente o inconscientemente, al Sturm und Drang (tormenta e impulso), un movimiento artístico considerado hoy como la génesis del torrencial Romanticismo decimonónico.
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El reencuentro con la Naturaleza, con la melancolía, con la muerte, un arte humano...
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Serían recurrentes en la obra de Caspar David Friedrich los bosques, la nieve y los hielos, los cementerios, las abadías en ruinas, los claros de luna (así como salidas y puestas de luna, arcoírises lunares, etc.), los búhos, la contemplación. Mirar un cuadro suyo es mirar lo que en realidad se está viendo, cuando, con los ojos suspendidos en el horizonte, la vista se pierde. Estar ante una obra suya es lanzar un suspiro sentido, desgarrador y profundo, para entrar luego en el terreno apacible de la nada.

viernes, 8 de mayo de 2009

Seine Haupt ich wolle!

"Judith I" Gustav Klimt me fecit (1901)

"Judith II" Gustav Klimt me fecit (1909)
Cuadro también conocido como "Salomé"

Seine Haupt ich wolle! (¡Quiero su cabeza!) La arrebatadora sensualidad de estas dos piezas deja un tanto perplejo al expectador, ya que en ambos casos sus protagonistas son una mujer y una cabeza cercenada. Gustav Klimt vivió en la alucinante época en la que Freud dejó fríos a todos sus contemporáneos con sus innovadoras y escabrosas teorías, la misma época en que Oscar Wilde escribía su tremenda "Salomé" y Richard Strauss estrenaba su "Elektra".

Judith era una piadosa judía, que se convirtió en heroína nacional al dar muerte a Holofernes, general del ejército de Nabucodonosor. Todo lo contrario de Salomé, quien (según la versión de Wilde, y por lo tanto la de Strauss y Klimt) halló recreo en el asqueroso orgasmo que le produciría besar la boca inerte de un Juan (el Bautista) sin aliento.

Como sea, la razón de haber incluido estos dos cuadros a la colección, es que en este momento ardo en deseos de hacer rodar una cabeza en particular.

viernes, 24 de abril de 2009

Nuestra Señora de París

"Nôtre-Dame de Paris"
Marc Riboud me fecit (1953)

Esta bellísima fotografía me trae tantos recuerdos (así de cosas que sucedieron como de menesteres que se dieron tan sólo en mi imaginación) que al verla me sentí insoslayablemente identificado con ella. Describe a la perfección mis diversas y dispares inquietudes, a la vez que engendra más, y en ello radica el poder de una quimera: su ambigüedad le permite huir de lo estático y transformar su forma y apariencia, que no su fondo y escencia. Tan encontrados temas se dan cita en esta sola imagen, que está muy por demás siquiera dar inicio a su enumeración. Hoy es tiempo de dejar que la imagen hable por sí misma...

domingo, 5 de abril de 2009

Mi alma está triste hasta la muerte

"Jeremías previendo la destrucción de Jerusalén"
Rembrandt van Rijn me fecit (1630)
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Heme aquí, a merced del objeto de mi deseo. La noche pasada, orquestada magistralmente por parte suya, una noche en apariencia destinada a ser el venturoso escenario de muchas pasiones colmadas y anhelos llevados a efecto, noche en que avanzaríamos en nuestra relación, terminó siendo más triste que un caracol en medio del desierto. Fuimos Ícaro, fuimos Faetón, y, ensoberbecidos, pretendimos enseñorearnos con el mismo sol, a despecho de lo cual terminamos despeñándonos hasta las simas de la tribulación y el desasosiego.
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"Mi alma está triste hasta la muerte" Aunque la frase es del evangelio (Mt XXVI, 38), esta noche la hago mía. No puedo dejar de pensar en el cuadro de Jeremías, magnífico ejemplo de lo que hace un genio cuando se halla apesadumbrado. Quien quiera revisar su biografía comprobará que la fecha de la manufactura de este cuadro (Rembrandt, quien pintaba desde los diecinueve, tenía a la sazón veinticuatro años de edad) corresponde al año en que murió su padre. Ignoro si es coincidencia... naturalmente me gusta pensar que no.

sábado, 4 de abril de 2009

Mutis

"San Bruno" Manuel Pereira me fecit (ca. 1630)

San Bruno es el fundador de la orden de los cartujos. Tales monjes se entregaban a un silencio riguroso y absoluto, ese silencio que invade las fibras del cuerpo hasta llegar a lo más recóndito del ser, ese silencio opresor con el que no es fácil hacer compañía. Los cartujos, como es de suponer, se entienden entre sí a base de señas, mas para lo indispensable tan sólo: el fin que persiguen no es convertirse en grandes platicadores en el lenguaje de los sordomudos, sino penetrar a lo hondo de sí mismos en un intento de avizorar atisbos de lo hondo del universo... Dios. Dejémosles en su retiro, en su abandono del mundo y olvido de sí mismos; dejémosles en medio de sus batallas, de las tormentas de su alma; dejémosles, en fin, en compañía de la soledad a la que han aprendido a amar como los sabios aman a la muerte, a la que hacen su confidente y amiga.

viernes, 3 de abril de 2009

Meditación y melancolía

"La Magdalena del Espejo"
Georges de la Tour me fecit (ca. 1640)

"La Magdalena de la Flama Humeante"
Georges de la Tour me fecit (ca. 1640-45)


"La Magdalena de las dos Flamas"
Georges de la Tour me fecit (ca.1640-45)

Este genial exponente del barroco francés, Georges de la Tour, trató el tema no menos de tres veces. A la del espejo se la conoce también como Magdalena de Fabius, la de la flama humeante es la Magdalena de Terff, en tanto que a la de las dos flamas se la llama también la Magdalena de Wrightsman.

No es casual. A un artista que se dejó, toda su vida, embrujar por el encanto monocromático del tenebrismo, no le podían pasar desapercibidas las cualidades de dramatismo interno que encierra la meditabunda joven.

Muchos artistas se enfocan en el hecho de que María Magdalena es una penitente entregada al sufrimiento y la aflicción, pero otros tantos, en cambio, ponen énfasis en su extremada melancolía, pues la batalla que sostiene es interna, interno el drama.

Existen hoy en día disputas entre los historiadores, en torno a la identidad de esta mujer (al parecer la prostituta arrepentida, la hermana de Martha y Lázaro, y la joven que seca con sus cabellos los pies de Jesús, son tres personas distintas, fusionadas en un solo personaje en tiempos del papa Gregorio el Grande).

Como sea, lo importante es tomar aquello que arroje luz al espíritu, aunque se trate de una luz mortecina, melancólica y sutil.

jueves, 2 de abril de 2009

Es un sueño la vida, y el mundo un teatro

"Aquí yacen el polvo, las cenizas y la nada"
Tumba del Cardenal Barberini, en el monasterio de
Santa Maria della Concezione dei Cappuccini, en Roma.

Esta idea era corriente en el período barroco, que, en líneas generales, concibe a la vida como un sueño y al mundo como un teatro. Valgan las palabras de dos que están más autorizados que yo para hablar a este respecto (nótese la similitud entre el último verso de ambos sonetos).

En su soneto "Mientras, por competir con tu cabello", Luis de Góngora y Argote dice así:

... goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o en viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Escuchemos ahora el final de este otro soneto, uno de Sor Juana Inés de la Cruz, el célebre "Este que ves, engaño colorido":

... es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el Hado;

es una necia diligencia errada;
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Y ya que estamos metidos en estos menesteres, a saber, la correspondencia entre distintas muestras de literatura, conoce, avezado lector, el origen de una de las frases de la canción de La Llorona. La canción dice "Ay de mí, llorona... llorona de ayer y hoy, ayer maravilla fui, y ahora ni sombra soy". Y he ahí que en una balada que también es de Luis de Góngora encontramos que estrofa tras estrofa se repite el mismo estribillo:

Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y sombra mía aún no soy.

Aunque el alhelí grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un mayo entero;
morir maravilla quiero,
y no vivir alhelí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y sombra mía aún no soy.

Aquí yace en sepultura el poderoso rey

Un buen amigo emprendió un buen viaje, que comprendía, entre otros sitios, Roma y Jerusalén. Puso, ante mis maravillados ojos, panorámicas de Tierra Santa y demás memorabilia de la más índole más diversa, hasta llegar a la cruz que se puede ver aquí. ¿Es también de Tierra Santa? Me dijo que sí, mas cuando comenzé, lenta y trabajosamente, a leer la inscripción en ella contenida, mi asombro no conoció límites, ni mi alegría moderación:

Hic iácet sepultus ínclitus Rex Arturius in ínsula Avalonia.

Era la tumba de Arturo, en la isla de Avalon (the island of the apples). "Ah, sí. Es que también pasé por Londres, y esto proviene de la abadía de Glastonbury."

Naturalmente que resulta imposible de autentificar. Fue hallada, en efecto, en Glastonbury, hace cien veces cien años (en 1191), pero bien podría ser espuria, como aquella famosa Mesa Redonda conservada en el castillo de Winchester, que ostenta, orgullosa, los nombres de veinticuatro caballeros, amén del del rey. Dicha mesa, por sugerente que resulte, data del siglo XIV, lo que vuelve imposible reconocerla como valedera, dado que para aquel entonces ya estaba sepultada la descendiencia de la descendencia de toda esa prosapia de ilustres personajes.

Valga como un ejemplo más, un bellísimo dibujo a lápiz de la que también podría ser la tumba de Arturo, cuya inscipción reza: Hic iácet Arturus, quondam rex rexque futurus, diseñado por David Jones (1895-1974).

Asimismo, el lago Bosherton, la laguna Dozmary y la laguna Loe se disputan el honor de ser el sitio desde donde la hermosa Dama del Lago entregó a Arturo la espada de Excálibur.

Como sea, la fascinante leyenda, con todo lo que tiene de histórico como de fabuloso, con todo lo que entraña de piadoso como de erótico, seguirá alimentando la imaginación de adolescentes, historiadores y soñadores hasta que el mundo deje de existir.

Vánitas (díptico)

In Ictu óculi (Ante los ojos de la Muerte)
Valdés Leal me fecit (1670-1672)

Finis gloriæ mundi (Fin de la gloria del mundo)
Valdés Leal me fecit (1670-1672)


Estos soberbios cuadros están en la iglesia del Hospital de la Caridad, en Sevilla. El pintor, por lo demás, escribió un libro intitulado Discurso de la Verdad, que, entre otras cosas, dice lo que viene a continuación: "Si tuviéramos delante la verdad, ésta es, no hay otra".

miércoles, 1 de abril de 2009

Apología de las constelaciones zodiacales

Aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra, escorpión, sagitario, capricornio, acuario, piscis... o como viene más a cuento: ignorancia, estupidez, estulticia, sandez, ligereza, credulidad, debilidad, fragilidad, inseguridad, miedo, dependencia y vacilación, que son los elementos de que se compone la enormísima maquinaria de supercherías a las que el incauto se expone, colocando su cuello y su corazón, nacidos para ser libres, bajo un yugo de estafas, embustes y berlandinas chapuceras.

Los adivinos, augures y arúpisces poco entienden de la mecánica del universo. Si en la antigüedad florecieron los oráculos y los intérpretes de los libros sibilinos, hay que reconocer que aquellos hombres estaban movidos por la piedad, y los sentimientos que anidaban en lo más hondo de su pecho eran honestos. No conocieron telescopios ni microscopios, y faltaba un rosario de siglos para que el humanismo del Renacimiento generara el método científico. Los profetas de la Biblia, más que hablar del futuro, exhortaban al pueblo a renovar su alma y purificar su espíritu, a convertirse y vivir con rectitud.

En cuanto a las constelaciones del Zoodiaco, no es lo mismo hablar de astronomía que de astrología. La astronomía es el nobilísimo arte de reconocer y estudiar los fenómenos que se suceden en la bóveda celeste, al tiempo que la astrología no consiste más que en sonsacar de esa misma bóveda quimeras y espejismos que son sólo un simulacro de la verdad.

Y aún hay más: a saber, que ese mismo Zoodiaco, que fue instituido hace cinco mil años por los babilonios, se mueve a razón de una vuelta cada veinticinco mil años, por lo que ya las doce constelaciones están desfasadas. Por poner un ejemplo: yo, que nací en un treinta y uno de octubre, en teoría soy escorpión, pero basta consultar un mapa celeste editado por la NASA para constatar que en esa fecha el sol estaba en virgo. Ergo, yo soy virgo y, por lo demás, artífice de mi propio destino. (Por lo menos, lejos del alcance de las fábulas de los astrólogos)

martes, 31 de marzo de 2009

Sic transit gloria mundi


"La Muerte" del conjunto
"Los Novísimos" o "Las Postrimerías de la Vida"
Joseph Thaddäus Stammel me fecit (1760)

Allá en Admont (el monte Ad, en Austria) se erige, soberbia, la abadía benedictina de San Blas, cuya biblioteca alberga cuatro estatuas de José Tadeo Stammel. El conjunto se llama "Las Postrimerías de la Vida" y está comprendido por la Muerte, el Juicio, el Infierno y el Cielo. Vemos aquí la Muerte, entre los vetustos manuscritos y volúmenes que abrigan en su seno los tesoros de la humanidad: su ciencia.

Son los libros, entre otras cosas, arcas en las que esconde el hombre aquello de lo que teme desprenderse, aquello que pretende conservar y aquello que moriría de ver perdido. Las letras constituyen, empero, una espada con filo a entrambos lados, puesto que, si otrora tuvimos un destello de iluminación y generamos ideas novedosas y edificantes, no bien las plasmamos en tinta se aquietó nuestra alma. Mientras permanecían sin haber sido escritas, el espíritu las rumiaba y las hacía evolucionar y adaptarse a las veleidades del devenir de la existencia, en tanto que, al ser encerradas en dictámenes encuadernados, esas hermosas y fructíferas ideas se convirtieron en sentencias irrevocables y monumentos que con el tiempo corren el peligro de enmohecerse hasta perderse en el olvido.

Ya lo sabían los griegos, que urdieron trágicas fábulas en su mitología para ilustrar los peligros de la palabra escrita, y acaso lo sabían Jesús y Sócrates, quienes desecharon la idea de plasmar en caracteres sus discursos, de cuyas palabras sólo conocemos lo que escribieron Platón y los evangelistas.

¡Oh, maldición; oh, espejo de la fugacidad y el deseo, inalcanzable, de permanecer, de ser inmortalizado! A esta pobre y efímera raza se le ha condenado a ser consciente de la ligereza con que ha de transcurrir su paso por el mundo. Escribamos filosofía y poesía, y bebamos de su balsámico elíxir, gozándolo en tanto nos resta aliento.

Sic transit gloria mundi (así pasa la gloria del mundo)

domingo, 29 de marzo de 2009

Los ciclos de la luna

Haga esto el intrépido que se aventura en este abismo de reflexiones: buscarse un calendario que, entre otras cosas, le haga conocer los ciclos de la luna y, llegada la luna nueva, acometer un proyecto nuevo. Al rededor de quince jornadas después, hallándose el proyecto en su madurez plena, estará la luna henchida en toda la majestad de su redondez. En lo que esta luna espléndida se avecina a su propio sueño (ítem, va decreciendo), tiempo habrá para perfeccionar lo que hubiere menester, pasando así de una madurez impulida a una consumación impoluta. La siguiente luna nueva conocerá la cosecha de un proyecto llevado a efecto, lo mismo que el germen de un proyecto nuevo.

Así se conducen los indios que habitan desde el norte de México hasta el Canadá.

sábado, 28 de marzo de 2009

Vánitas


"Vánitas vanitatum, et omnia vánitas"
(Vanidad de vanidades, y todo vanidad)

Pieter Claesz me fecit, 1630


jueves, 26 de marzo de 2009

Gnoti seauton (Conócete)

Venga la noche hechicera para que pueda sondear los abismos de mi alma y, así, acaso los del alma del universo. Vengan el sopor y la neblina a inundar el espíritu anhelante e inquieto, para que se pueda abandonar. “Conócete a ti mismo” dijo el antiguo, a lo que pudo haber agregado que, de conseguirlo, habrías conocido también todo lo que menester hubiese de ser conocido, cuanto ronda en derredor, cuanto palpita, cuanto exige una conciencia y un obrar. Venga la noche plácida y apacible, que de tal sueño se ha de tornar siendo alguien más cabal y más entero, por entero nuevo.

martes, 24 de marzo de 2009

La luz inherente a las sombras

Y he ahí que en medio de las tinieblas mora la luz, esa luz que busca el sabio: la luz que tiene oculta en sus entrañas. Así, en la penumbra del mundo y en la serenísima noche es donde con más avidez se le ha de buscar, o mejor aún, donde se le halla sin haberse siquiera lanzado a la zaga. Destellos nacidos de entre las sombras, iluminación de De Profundis, he ahí la luz en que me ansío bañar.

lunes, 23 de marzo de 2009

El craneo que sostiene Hamlet en la mano

Todo lo que vive en esta tierra ha de llegar irremisiblemente a un fin, todo es efímero. Digamos mejor: todo ha de dormir, y como la diosa Erda, que halla su protosabiduría en el sueño, todo lo que duerme deberá forzosamente encontrarse con sí mismo y hallar lo que sea que busca. Mirar a la muerte y encararse con ella es hermanarse con la propia condición, y quien así opera, a sí mismo se llega a conocer.

domingo, 22 de marzo de 2009

El jardín de los durmientes

He aquí el remanso sereno en cuyas aguas pueden abrevar los que buscan perderse en la noche de los tiempos. Cada cosa en su tiempo y momento y cada suspiro en su lugar.