miércoles, 1 de abril de 2009

Apología de las constelaciones zodiacales

Aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra, escorpión, sagitario, capricornio, acuario, piscis... o como viene más a cuento: ignorancia, estupidez, estulticia, sandez, ligereza, credulidad, debilidad, fragilidad, inseguridad, miedo, dependencia y vacilación, que son los elementos de que se compone la enormísima maquinaria de supercherías a las que el incauto se expone, colocando su cuello y su corazón, nacidos para ser libres, bajo un yugo de estafas, embustes y berlandinas chapuceras.

Los adivinos, augures y arúpisces poco entienden de la mecánica del universo. Si en la antigüedad florecieron los oráculos y los intérpretes de los libros sibilinos, hay que reconocer que aquellos hombres estaban movidos por la piedad, y los sentimientos que anidaban en lo más hondo de su pecho eran honestos. No conocieron telescopios ni microscopios, y faltaba un rosario de siglos para que el humanismo del Renacimiento generara el método científico. Los profetas de la Biblia, más que hablar del futuro, exhortaban al pueblo a renovar su alma y purificar su espíritu, a convertirse y vivir con rectitud.

En cuanto a las constelaciones del Zoodiaco, no es lo mismo hablar de astronomía que de astrología. La astronomía es el nobilísimo arte de reconocer y estudiar los fenómenos que se suceden en la bóveda celeste, al tiempo que la astrología no consiste más que en sonsacar de esa misma bóveda quimeras y espejismos que son sólo un simulacro de la verdad.

Y aún hay más: a saber, que ese mismo Zoodiaco, que fue instituido hace cinco mil años por los babilonios, se mueve a razón de una vuelta cada veinticinco mil años, por lo que ya las doce constelaciones están desfasadas. Por poner un ejemplo: yo, que nací en un treinta y uno de octubre, en teoría soy escorpión, pero basta consultar un mapa celeste editado por la NASA para constatar que en esa fecha el sol estaba en virgo. Ergo, yo soy virgo y, por lo demás, artífice de mi propio destino. (Por lo menos, lejos del alcance de las fábulas de los astrólogos)

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