jueves, 2 de abril de 2009

Aquí yace en sepultura el poderoso rey

Un buen amigo emprendió un buen viaje, que comprendía, entre otros sitios, Roma y Jerusalén. Puso, ante mis maravillados ojos, panorámicas de Tierra Santa y demás memorabilia de la más índole más diversa, hasta llegar a la cruz que se puede ver aquí. ¿Es también de Tierra Santa? Me dijo que sí, mas cuando comenzé, lenta y trabajosamente, a leer la inscripción en ella contenida, mi asombro no conoció límites, ni mi alegría moderación:

Hic iácet sepultus ínclitus Rex Arturius in ínsula Avalonia.

Era la tumba de Arturo, en la isla de Avalon (the island of the apples). "Ah, sí. Es que también pasé por Londres, y esto proviene de la abadía de Glastonbury."

Naturalmente que resulta imposible de autentificar. Fue hallada, en efecto, en Glastonbury, hace cien veces cien años (en 1191), pero bien podría ser espuria, como aquella famosa Mesa Redonda conservada en el castillo de Winchester, que ostenta, orgullosa, los nombres de veinticuatro caballeros, amén del del rey. Dicha mesa, por sugerente que resulte, data del siglo XIV, lo que vuelve imposible reconocerla como valedera, dado que para aquel entonces ya estaba sepultada la descendiencia de la descendencia de toda esa prosapia de ilustres personajes.

Valga como un ejemplo más, un bellísimo dibujo a lápiz de la que también podría ser la tumba de Arturo, cuya inscipción reza: Hic iácet Arturus, quondam rex rexque futurus, diseñado por David Jones (1895-1974).

Asimismo, el lago Bosherton, la laguna Dozmary y la laguna Loe se disputan el honor de ser el sitio desde donde la hermosa Dama del Lago entregó a Arturo la espada de Excálibur.

Como sea, la fascinante leyenda, con todo lo que tiene de histórico como de fabuloso, con todo lo que entraña de piadoso como de erótico, seguirá alimentando la imaginación de adolescentes, historiadores y soñadores hasta que el mundo deje de existir.

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