Marc Riboud me fecit (1953)
viernes, 24 de abril de 2009
Nuestra Señora de París
Marc Riboud me fecit (1953)
domingo, 5 de abril de 2009
Mi alma está triste hasta la muerte

sábado, 4 de abril de 2009
Mutis

San Bruno es el fundador de la orden de los cartujos. Tales monjes se entregaban a un silencio riguroso y absoluto, ese silencio que invade las fibras del cuerpo hasta llegar a lo más recóndito del ser, ese silencio opresor con el que no es fácil hacer compañía. Los cartujos, como es de suponer, se entienden entre sí a base de señas, mas para lo indispensable tan sólo: el fin que persiguen no es convertirse en grandes platicadores en el lenguaje de los sordomudos, sino penetrar a lo hondo de sí mismos en un intento de avizorar atisbos de lo hondo del universo... Dios. Dejémosles en su retiro, en su abandono del mundo y olvido de sí mismos; dejémosles en medio de sus batallas, de las tormentas de su alma; dejémosles, en fin, en compañía de la soledad a la que han aprendido a amar como los sabios aman a la muerte, a la que hacen su confidente y amiga.
viernes, 3 de abril de 2009
Meditación y melancolía


Georges de la Tour me fecit (ca.1640-45)
Este genial exponente del barroco francés, Georges de la Tour, trató el tema no menos de tres veces. A la del espejo se la conoce también como Magdalena de Fabius, la de la flama humeante es la Magdalena de Terff, en tanto que a la de las dos flamas se la llama también la Magdalena de Wrightsman.
No es casual. A un artista que se dejó, toda su vida, embrujar por el encanto monocromático del tenebrismo, no le podían pasar desapercibidas las cualidades de dramatismo interno que encierra la meditabunda joven.
Muchos artistas se enfocan en el hecho de que María Magdalena es una penitente entregada al sufrimiento y la aflicción, pero otros tantos, en cambio, ponen énfasis en su extremada melancolía, pues la batalla que sostiene es interna, interno el drama.
Existen hoy en día disputas entre los historiadores, en torno a la identidad de esta mujer (al parecer la prostituta arrepentida, la hermana de Martha y Lázaro, y la joven que seca con sus cabellos los pies de Jesús, son tres personas distintas, fusionadas en un solo personaje en tiempos del papa Gregorio el Grande).
Como sea, lo importante es tomar aquello que arroje luz al espíritu, aunque se trate de una luz mortecina, melancólica y sutil.
jueves, 2 de abril de 2009
Es un sueño la vida, y el mundo un teatro

Tumba del Cardenal Barberini, en el monasterio de
Santa Maria della Concezione dei Cappuccini, en Roma.
Esta idea era corriente en el período barroco, que, en líneas generales, concibe a la vida como un sueño y al mundo como un teatro. Valgan las palabras de dos que están más autorizados que yo para hablar a este respecto (nótese la similitud entre el último verso de ambos sonetos).
En su soneto "Mientras, por competir con tu cabello", Luis de Góngora y Argote dice así:
... goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o en viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Escuchemos ahora el final de este otro soneto, uno de Sor Juana Inés de la Cruz, el célebre "Este que ves, engaño colorido":
... es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el Hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Y ya que estamos metidos en estos menesteres, a saber, la correspondencia entre distintas muestras de literatura, conoce, avezado lector, el origen de una de las frases de la canción de La Llorona. La canción dice "Ay de mí, llorona... llorona de ayer y hoy, ayer maravilla fui, y ahora ni sombra soy". Y he ahí que en una balada que también es de Luis de Góngora encontramos que estrofa tras estrofa se repite el mismo estribillo:
Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y sombra mía aún no soy.
Aunque el alhelí grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un mayo entero;
morir maravilla quiero,
y no vivir alhelí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y sombra mía aún no soy.
Aquí yace en sepultura el poderoso rey

Un buen amigo emprendió un buen viaje, que comprendía, entre otros sitios, Roma y Jerusalén. Puso, ante mis maravillados ojos, panorámicas de Tierra Santa y demás memorabilia de la más índole más diversa, hasta llegar a la cruz que se puede ver aquí. ¿Es también de Tierra Santa? Me dijo que sí, mas cuando comenzé, lenta y trabajosamente, a leer la inscripción en ella contenida, mi asombro no conoció límites, ni mi alegría moderación:
Hic iácet sepultus ínclitus Rex Arturius in ínsula Avalonia.
Era la tumba de Arturo, en la isla de Avalon (the island of the apples). "Ah, sí. Es que también pasé por Londres, y esto proviene de la abadía de Glastonbury."
Naturalmente que resulta imposible de autentificar. Fue hallada, en efecto, en Glastonbury, hace cien veces cien años (en 1191), pero bien podría ser espuria, como aquella famosa Mesa Redonda conservada en el castillo de Winchester, que ostenta, orgullosa, los nombres de veinticuatro caballeros, amén del del rey. Dicha mesa, por sugerente que resulte, data del siglo XIV, lo que vuelve imposible reconocerla como valedera, dado que para aquel entonces ya estaba sepultada la descendiencia de la descendencia de toda esa prosapia de ilustres personajes.
Valga como un ejemplo más, un bellísimo dibujo a lápiz de la que también podría ser la tumba de Arturo, cuya inscipción reza: Hic iácet Arturus, quondam rex rexque futurus, diseñado por David Jones (1895-1974).
Asimismo, el lago Bosherton, la laguna Dozmary y la laguna Loe se disputan el honor de ser el sitio desde donde la hermosa Dama del Lago entregó a Arturo la espada de Excálibur.
Como sea, la fascinante leyenda, con todo lo que tiene de histórico como de fabuloso, con todo lo que entraña de piadoso como de erótico, seguirá alimentando la imaginación de adolescentes, historiadores y soñadores hasta que el mundo deje de existir.
Vánitas (díptico)
Valdés Leal me fecit (1670-1672)
Finis gloriæ mundi (Fin de la gloria del mundo)
Valdés Leal me fecit (1670-1672)
miércoles, 1 de abril de 2009
Apología de las constelaciones zodiacales
Los adivinos, augures y arúpisces poco entienden de la mecánica del universo. Si en la antigüedad florecieron los oráculos y los intérpretes de los libros sibilinos, hay que reconocer que aquellos hombres estaban movidos por la piedad, y los sentimientos que anidaban en lo más hondo de su pecho eran honestos. No conocieron telescopios ni microscopios, y faltaba un rosario de siglos para que el humanismo del Renacimiento generara el método científico. Los profetas de la Biblia, más que hablar del futuro, exhortaban al pueblo a renovar su alma y purificar su espíritu, a convertirse y vivir con rectitud.
En cuanto a las constelaciones del Zoodiaco, no es lo mismo hablar de astronomía que de astrología. La astronomía es el nobilísimo arte de reconocer y estudiar los fenómenos que se suceden en la bóveda celeste, al tiempo que la astrología no consiste más que en sonsacar de esa misma bóveda quimeras y espejismos que son sólo un simulacro de la verdad.
Y aún hay más: a saber, que ese mismo Zoodiaco, que fue instituido hace cinco mil años por los babilonios, se mueve a razón de una vuelta cada veinticinco mil años, por lo que ya las doce constelaciones están desfasadas. Por poner un ejemplo: yo, que nací en un treinta y uno de octubre, en teoría soy escorpión, pero basta consultar un mapa celeste editado por la NASA para constatar que en esa fecha el sol estaba en virgo. Ergo, yo soy virgo y, por lo demás, artífice de mi propio destino. (Por lo menos, lejos del alcance de las fábulas de los astrólogos)